Comentario
La generalidad de la cerámica que caracteriza el Calcolítico precampaniforme o no campaniforme es siempre a mano, lisa o escasamente decorada. La decoración, si la hay, se reduce a elementos plásticos o a algunas incisiones geométricas y la decoración pintada es excepcional.
Rompiendo la monotonía hallamos los recipientes agrupados dentro de la ya mencionada decoración simbólica, muchos de ellos procedentes de la gran necrópolis de Los Millares.
Se trata siempre de vasijas de tamaño mediano, más bien pequeño, decoradas al exterior si las formas son cerradas o en el interior si se trata de cuencos. La técnica suele ser la incisión y los motivos figurados se reducen a soles u oculados, ramiformes, triángulos y cérvidos, aislados o combinados entre si, generalmente acompañados de motivos geométricos. El desarrollo de los dibujos de algunos de estos recipientes atestigua que la representación, adaptada a la morfología del vaso, reitera la decoración que caracteriza las cabezas oculadas de los ídolos cilíndricos fabricados en piedra, o recrea la asociación sol/ramiforme, documentada más allá de los ambientes de mayor tradición, valga como ejemplo las cerámicas pintadas de la cueva de Los Tiestos en Jumilla (Murcia).
Es claro que a diferencia de la dispersión de los ídolos, estas decoraciones simbólicas llegan hasta la zona central. Del pequeño poblado al aire libre de La Peña del Bardal (Diego Alvaro, Avila) y del de La Mariselva en El Berrueco (Salamanca) proceden sendos fragmentos decorados respectivamente por puntillado y puntillado/incisión. La ornamentación insiste en la figura de un cuadrúpedo, identificado con un ciervo en la Peña del Bardal. El motivo solar tiene mayor fortuna y los mutilados fragmentos recogidos en diferentes contextos de hábitat prueban la aceptación y el largo alcance de idénticos símbolos.
Lo más sorprendente de esta decoración selectiva, posiblemente aplicada a recipientes relacionados con ritos o ceremonias, es que motivos similares a los conocidos por la cerámica con decoración simbólica, aparecen también complementando la decoración típicamente campaniforme, con una marcada preferencia por la representación del ciervo y el astro solar. Los pocos ejemplos de esta serie campaniforme alcanzan también una amplia dispersión, desde Andalucía (Carmona) a Portugal (Palmela) e incluso Madrid (Las Carolinas, en Villaverde) demostrando que estos símbolos de la cerámica megalítica tuvieron una enorme aceptación.
Aparte de alguna vasija con forma más rara o referencia animal, siempre vinculadas a ajuares funerarios, no se puede olvidar en este apartado unas breves referencias a la cerámica típicamente campaniforme, caracterizada, como se ha dicho, por la forma acampanada de la boca (o de campana invertida) y sobre todo por la profusión decorativa, quizá un elemento apreciado por sí mismo o por la bebida o elemento a que podrían estar destinados como recipientes.
Esta nueva moda de decorar profusamente las vasijas es, al igual que la tumba en fosa simple y rito individual frente a los sepulcros monumentales y colectivos, la antítesis de la tradición específicamente calcolítica, caracterizada por cerámicas de morfología bastante simple y normalmente lisas.
Composición, diseños y técnicas admiten diferentes modalidades, identificadas con otros tantos estilos.
En términos muy generales se diferencian dos grandes grupos, el denominado marítimo, más monótono, singularizado por la reiteración de bandas ejecutadas por líneas de puntillado o con una cuerda impresa, y el continental, ejemplificado en España con el nombre de Ciempozuelos, mucho más barroco, con mayor libertad en las pautas de la decoración y más diversificado en técnicas y motivos mediante incisión, impresión y pseudoexcisión. La incrustación de una pasta, normalmente blanca y más raramente roja, podía realzar los dibujos y acentuar el juego de colores y de sombras.